IV - EL EDUCADOR DE NUESTROS CENTROS
“Dadme una vocación y yo os daré una escuela” (Poveda)
Un educador crítico y proposivo
La sociedad de hoy es tan compleja y los desafíos a la educación escolar son de tal calado que los profesores y profesoras que asumen la responsabilidad de educar inevitablemente tienen que formularse la pregunta sobre las finalidades educativas y a través de la reflexión conjunta buscar respuestas que orienten toda la actividad.
La finalidad de nuestra propuesta es la construcción de la identidad personal teniendo en cuenta una triple dimensión:
- Las raíces del sujeto que están vinculadas a su cultura, a sus convicciones religiosas y a su historia
- La autonomía personal teniendo como criterio pedagógico que la persona se valga por sí misma y tenga criterios para tomar sus propias decisiones en la vida
- Y la responsabilidad social, promoviendo desde todas las áreas y acciones educativas que la persona tome conciencia y asuma la responsabilidad con los otros, la responsabilidad cívica y la responsabilidad ecológica.
Ante la pluralidad de opciones que existen en la sociedad en el campo religioso o político, ante los problemas referidos al ámbito de la sexualidad, a los hábitos de consumo, a las diversas y crecientes manifestaciones de violencia y racismo, los profesores deben proponer, a través de las diversas actividades, de manera explícita, visible y significativa una educación en valores con propuestas éticas y una educación moral con la referencia de sentido que da a la educación la raíz y la inspiración cristiana.
Un objetivo de nuestra oferta educativa, en el que se implica todo el profesorado, es formar personas críticas y creativas, que miren al mundo con la convicción de que puede y debe cambiar. Alguien debe ayudarles a ser conscientes de la radical desigualdad del mundo, a despertar sus conciencias dormidas y a hacerles pensar. Mostrar datos bien contrastados y tomar una posición personal desde los propios criterios éticos y, a través de un diálogo abierto y sincero, provocar e inquietar.
Un educador que humaniza en todas las circunstancias
Consecuentemente con la concepción de la persona de nuestra oferta educativa, a la que nos hemos referido anteriormente, son necesarias unas actitudes básicas en los educadores que de una u otra forma están escritas en nuestros idearios:
- Acoger a cada alumno, a cada alumna, como es ofreciéndole un trato cercano, atento y respetuoso.
- Confiar en las capacidades que tienen, en su capacidad de reacción, en su educabilidad.
- Respetar su libertad y promover que sean verdaderamente libres.
- Fomentar su capacidad de iniciativa y su creatividad.
- Desarrollar sus capacidades sociales en los niveles infantiles y en la adolescencia con técnicas, juegos cooperativos, trabajos en equipo y proyectos adecuados
- Promover su participación responsable en todo lo que les afecta.
- En definitiva, ayudar a que cada uno de nuestros alumnos y alumnas vayan creciendo en autonomía personal y entender ésta en clave de dignidad y responsabilidad social.
El compromiso de humanizar tal como Pedro Poveda lo plantea incluye también ayudar a cada alumno, a cada alumna a comprenderse a sí mismo en referencia a Dios, un proceso que comienza a temprana edad y que debemos acompañar en todo el itinerario educativo.
Ese compromiso de humanizar incluye también ayudar a los alumnos a optar por un modelo de existencia en donde los valores tengan más consistencia que los antivalores y a formularse esta pregunta: ¿qué quiero yo hacer de mi vida?
Un educador en formación permanente
Concebimos nuestros centros educativos como lugares de investigación y aprendizaje en donde los alumnos aprenden y también aprenden los profesores a través del estudio y de la reflexión de la propia práctica educativa con el objetivo de la mejora.
Para los educadores vinculados a la propuesta de Poveda la actualización permanente, el afán de aprender, la reflexión crítica sobre la práctica educativa, el ejercicio permanente de formación-innovación, el proceso de transformación de la información en conocimiento propio, el estudio, es fundamental e imprescindible, como también lo son los ámbitos de socialización de las ideas, experiencias y proyectos y el trabajo en equipo que posibilita el enriquecimiento mutuo y la cooperación. “El estudio no es para vosotros algo bueno, útil, provechoso, es algo necesario, imprescindible” nos dice Pedro Poveda.
Un educador cordial y colaborativo
Poveda pide a sus colaboradores, profesores/as, personal de administración y servicios otros compromisos: la vivencia de unas relaciones cordiales, amistosas y colaborativas entre todos. En un mundo de tanta complejidad necesitamos favorecer la cohesión entre el profesorado, encontrarnos para descubrir juntos los desafíos a la educación, descubrir la riqueza que supone el trabajo en equipo, compartir experiencias, reconocer juntos la riqueza humana de los valores del Evangelio, echar una mano cuando alguien tiene necesidad, en definitiva, vivir la experiencia de la fraternidad.
Los alumnos necesitan ver en nosotros el testimonio y la coherencia de vida en el ámbito de las relaciones. Sabemos por experiencia que más que las palabras convence la coherencia de vida. Transmitimos, contagiamos, lo que somos. La fuerza de convicción está en lo que somos:“Las obras, sí, ellas son las que dan testimonio de nosotros y las que dicen con elocuencia incomparable lo que somos” nos dice Poveda
La responsabilidad en el trabajo es otro rasgo distintivo de los que colaboramos en los centros de la IT que también se contagia a los alumnos. “En ese algo especial de nuestro modo de ser entra el amor al trabajo; la constante y asidua laboriosidad; el aprovechar el tiempo.”(Poveda)
Un educador coherente con lo que transmite
“Yo os pido un sistema nuevo, un nuevo método, unos procedimientos tan nuevos como antiguos, inspirados en el amor” (Poveda)
El estilo de amar que nos propone Poveda consiste en prodigar bondad y beneficios concretos, reconocer a cada alumno como alguien que tiene necesidad de nosotros aunque no sepa pedir ayuda, provocar su confianza, amar comprometidamente sin mirar la respuesta. Para esta forma de dar, no hace falta ser rico, sólo ser bueno. La función mediadora del profesor/a se pone de manifiesto por algunas señales: acoger incondicionalmente, acompañar los procesos formativos, proponer objetivos como norte, trabajar en equipo, reconocer que el alumno es el principal protagonista de su propio proceso formativo, atender a la diversidad de ritmos de cada alumno, saber que más que las palabras convence el testimonio, la entrega, el amor y la paciencia, saber reconocer y afrontar la complejidad de situaciones en equipo y con análisis rigurosos.